El técnico provida de la selección paraguaya enfrenta hoy a la Argentina de Messi con un equipo inspirado en valores y en sus profundas creencias religiosas.
Desde la llegada de Gustavo Alfaro a la Albirroja se vislumbró la mano del entrenador que cambió el destino del equipo.
Paraguay, convicción y raíces cristianas. El nombre de Gustavo Alfaro siempre estuvo asociado a valores firmes y una fe inquebrantable. No solo es el actual entrenador de la selección paraguaya de fútbol, sino también un hombre que guía a su equipo con un claro mensaje espiritual y ético. Esta noche, el Defensores del Chaco se ilumina cuando el equipo guaraní reciba a la poderosa selección argentina, encabezada por Lionel Messi. Pero el verdadero motor de Paraguay es más que fútbol: es un compromiso con la fe y las convicciones personales de su técnico.
Un líder provida con un mensaje firme
El nacido en Rafaela (Santa Fe, Argentina) no es un técnico cualquiera. En 2019, cuando estaba al mando de Boca Juniors, manifestó abiertamente en favor de la vida. “Quería invitarte a que seas la voz de esos corazoncitos que laten por nacer. Reivindiquemos la vida”, declaró en un video donde se lo veía con la indumentaria de Boca, invitando a una marcha provida en Plaza Italia. Sus palabras resonaron y dejaron en claro que su fe y sus valores cristianos no se limitan al ámbito personal, sino que impregnan su filosofía como entrenador.
Este compromiso lo llevó a ser un referente para muchos dentro y fuera del campo. En Ecuador, cuando dirigió a la selección, las referencias a Dios eran constantes, y los jugadores se arrodillaban en oración antes de los partidos. Ahora, en Paraguay, continúa esa tradición espiritual, transmitiendo a sus jugadores la importancia de confiar en algo superior, más allá del resultado.
De equipos modestos a selecciones nacionales
La trayectoria del "filósofo del fútbol" es extensa y variada. Ha dirigido 15 equipos, todos en Argentina, salvo una breve experiencia en Arabia Saudita con Al-Ahli y la selección de Ecuador. Entre sus logros destacan el ascenso a Primera con Olimpo, campeonato con Boca y la conquista de la Copa Sudamericana con Arsenal de Sarandí, eliminando en semifinales a River Plate. Pero lo que realmente define su carrera es su capacidad para encontrar éxito en contextos desafiantes, guiado siempre por una visión de sacrificio y trabajo.
Hijo de una maestra rural y de un padre sindicalista, Alfaro creció en un entorno donde los valores eran más importantes que las apariencias. “Mi familia está forjada de la vocación del trabajo, los valores y el sacrificio. Es la única herencia que le puedo dejar a mis hijas y a mis equipos”, suele repetir. Esta herencia se refleja en su forma de dirigir: un estilo pragmático, donde el esfuerzo y la responsabilidad ocupan un lugar central.
Paraguay, la vuelta a sus raíces
Desde que asumió el mando de la selección paraguaya, Alfaro trabajó para devolverle al equipo su identidad tradicional: solidez defensiva, garra y compromiso colectivo. Bajo su dirección, volvió a mirar a sus raíces, priorizando una defensa organizada y una ofensiva explosiva. Los nombres de Gustavo Gómez, Miguel Almirón y Julio Enciso resuenan con fuerza en un equipo que busca, un camino de redención en el fútbol sudamericano.
El partido de esta noche contra Argentina será una prueba de fuego. Sin embargo, más allá del resultado, Alfaro tiene claro su propósito. “El liderazgo se ve en los momentos de crisis”, dice, citando al escritor Ernesto Sábato. Y en tiempos de presión, sus jugadores saben que tienen un técnico que cree en algo más grande que el fútbol: un Dios que guía y protege.
Fe y fútbol, una combinación poderosa
El aporte de Alfaro no se limita al ámbito táctico. En cada charla técnica, se hace presente su fe. “Dios pone a cada uno en su lugar”, repite, recordando a sus jugadores que el esfuerzo siempre será recompensado, ya sea en esta vida o en la próxima. Esta espiritualidad caló hondo en un plantel que, como él, busca más que victorias: busca propósito.
El entrenador que hoy se enfrenta a Messi y a la Argentina es el mismo que cita a Albert Einstein y Ernesto Sábato en sus conversaciones, el mismo que un día visitó Estancia Chica para aprender del legendario Timoteo Griguol y que hoy, con 62 años, dirige a Paraguay con la misma pasión que lo hacía en sus inicios.
El Defensores del Chaco espera con ansias un partido que promete emociones y, quizás, la oportunidad de ver cómo un equipo inspirado por la fe y la perseverancia enfrenta a uno de los mejores del mundo. Pase lo que pase, Gustavo Alfaro seguirá fiel a sus principios, demostrando que el fútbol, como la vida, siempre tiene un componente divino.
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