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Foto del escritorCanal Vida

Sangre derramada por amor a Dios

Treinta y dos años después de ser asesinada en el Perú por Sendero luminoso, sor "Aguchita" llegó a los altares en la tierra donde entregó su vida por el Señor.
 

La sonrisa, marca registrada de la hermana "Aguchita".


Octubre es un mes de gracia para el Perú, no solo por la festividad del Señor de los Milagros, también porque hace cinco años se abrió la causa de canonización de la mártir sor María Agustina Rivas López —asesinada de cinco disparos por Sendero Luminoso en 1990—, popularmente conocida como "Aguchita", que en mayo de este año fue beatificada en el Vicariato Apostólico de San Ramón.


“En ella el martirio no fue una improvisación sino el holocausto final del amor a su vocación”, señaló el 7 de mayo el cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo de Mérida y administrador apostólico de Caracas (Venezuela), en la ceremonia de beatificación en la selva central peruana.



Fue precisamente en esa zona selvática donde “Aguchita”, vinculada a las Hermanas de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, decidió permanecer a pesar de los peligros y riesgos que corría. Allí cumplió con su ser la Palabra de Dios, la cual irradió hasta su última día terrenal.


Momento de la ceremonia de beatificación.


AMAR ES UNA VOCACIÓN

Algo impresionante en la vida espiritual de la hermana “Aguchita” es que “la contemplación en la acción fue norte de su quehacer cotidiano —aseguró el cardenal— y se blindó con la exigencia de su congregación de que ‘la muerte no se improvisa, el amor es nuestra vocación”.


Homilía del cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo.


ENTREGAR LA VIDA POR AMOR A DIOS

Porras Cardozo denunció el "sin sentido de la violencia" que causó la muerte a la nueva beata, y a tantas personas en la actualidad.


“Que la guerrilla y la guerra desaparezca para siempre del mundo entero y de esta tierra bendita de la selva amazónica. Seamos capaces de sanar el dolor y el desprecio, asegurando, construyendo lentamente la globalización de la solidaridad sin dejar a nadie al margen”, indicó.


El cardenal saluda a los fieles congregados en La Florida.


Luego exhortó con urgencia a “encarnar la idea de la permanencia de una vida auténticamente humana sobre la tierra, abonada con la exigencia cristiana de asumir la fragilidad y debilidad de la condición humana como una fuerza para la confianza en la acción de la gracia que nos llama a ser constructores de la fraternidad y de la paz”.


“También a ella la amó el Señor porque dio la vida para recobrarla, nadie se la quitó, la dio voluntariamente”, dijo.


Monseñor Miguel Cabrejos Vidarte, arzobispo de Trujillo, frente a la tumba de la beata.


UNA VIDA DONADA AL PRÓJIMO

La beata Aguchita, religiosa de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, nació el 13 de junio de 1920 en Coracora, en la región de Ayacucho en la sierra sur del Perú.


La religiosa peruana, la mayor de 11 hermanos, tuvo una vida familiar marcada por la fe. Tras un acercamiento a la Congregación del Buen Pastor a los 18 años en Lima, capital del país, discernió su vocación e hizo sus votos a los 25 años.


Su hermano César había discernido por el orden sacerdotal años atrás.


Desplegó su labor misionera durante muchos años en la zona de Barrios Altos, en el centro de Lima. En las memorias recogidas por sus hermanas de la congregación, recuerdan que un sacerdote le decía “Aguchita, tú vives con un pie en el cielo”.

 
 

En 1987 se traslada a la localidad de La Florida, en la región Junín en la selva central del Perú. Eran tiempos de gran violencia generada en todo el país, especialmente en la sierra, por el grupo terrorista Sendero Luminoso.


El Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, una de las más sanguinarias organizaciones terroristas del siglo XX, comenzó su ola de violencia en 1980 y causó decenas de miles de muertes en todo el Perú.


Con frecuencia, miembros del grupo terrorista ingresaban a los pueblos y realizaban “juicios populares”, en los que sus miembros decidían qué habitantes debían ser asesinados sin defensa posible. Además, secuestraban a los niños para entrenarlos, ideologizarlos e incorporarlos a su grupo de muerte.




MARTIRIO

El 27 de septiembre de 1990, cuando "Aguchita" tenía 70 años, un grupo de Sendero Luminoso ingresó a La Florida y organizó una de estas jornadas de asesinatos.


En esa ocasión, la lista tenía seis nombres: uno de ellos era el de la hermana Luisa, que al no encontrase en el lugar, fue reemplazada por “Aguchita”.


La acusación fue hablar con los asháninkas, una comunidad nativa que rechazaba a Sendero Luminoso, y ayudar a los pobres de la localidad.


"Aguchita" trató de arrodillarse y rezar, pero sus piernas le flaquearon. Con cinco balazos, una joven integrante de Sendero Luminoso, de solo 17 años, la mató.



CAMINO DE AMOR Y SANTIDAD

Todo fiel que se acerque hasta La Florida, tiene la invitación espiritual a realizar —meditando— el “camino del martirio de ‘Aguchita’”, en el templo local, donde está la tumba con los restos mortales de la nueva beata.


La misma está acompañada por frases, imágenes y otros símbolos. Todos desde que era niña, pasando por su vida religiosa hasta los últimos tres años en la Amazonía peruana.



En tanto, también se expresa que el recorrido hace memoria de las personas que fueron asesinadas junto a ella, al igual que de otras víctimas.


“El camino del martirio” se realiza para ayudar a la gente a entender lo que se vivió en aquellos años de intensa violencia. Lo mismo en cuanto a la oportunidad de conocer sitios donde vivió "Aguchita".



VIDA DE PELÍCULA

En el marco de los festejos por la beatificación de Antonia Luzmila Rivas se estrenó el documental “Aguchita”, un filme de 25 minutos centrado en la vida de esta religiosa que fuera asesinada el 27 de septiembre de 1990 por terroristas del grupo guerrillero Sendero Luminoso junto a otros pobladores en una plaza de un centro poblado.


El corto, que se encuentra en la plataforma YouTube, puede verlo aquí:



ORACIÓN

“Señor, que ves, que puedes, haz de tu miserable, lo que tú quieras, soy tuya, quema mis pecados, mis fallas y miserias; levanta mi alma de mis caídas y recibe mis dolores y sacrificios y lágrimas por mis sacerdotes de Cuba, de mi Patria, por los míos en particular. Soy cobarde, Señor, enséñame a sonreír en el dolor, esconder y disimular mis angustias, que sepa yo sorber las lágrimas”. “Tú lo sabes y ves la intención mía. Soy capaz de tantas calamidades, sostenme, Padre mío de la mano; de todo estoy tan decepcionada de mi trabajo, mis fracasos, la falta de organización, solo tú lo puedes arreglar”. Señor, hoy pasé junto a ti bajo la sombra del Amor y Misericordia, has aliviado mis heridas hondas. Comprendo que pides más santidad a mi pobre alma. Quien, sino Vos puede realizar este ideal en mí, mísera y ruin criatura”.

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