Autoridades de la Compañía de Jesús viajarán hasta Chihuahua, México, para identificar a los religiosos.
Sacerdote Javier Campos (izq.) y Joaquín Mora.
Luego de una intensa búsqueda las fuerzas policiales localizaron los cuerpos de los jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, y un guía turístico, asesinados el lunes 20 de junio en Chihuahua.
Las tres personas fueron acribilladas en un templo de la comunidad de Cerocahui.
Miembros de la Compañía de Jesús viajarán hasta el lugar para identificar los cuerpos.
FORTALEZA
Luego del tremendo ataque criminal la localidad, de no más de mil habitantes, permanece cercada por el ejército y el acceso a la zona de la masacre está restringido mediante múltiples retenes.
SOPECHOSO
La tapa de todos los diarios y cadenas de televisión de México viralizaron hoy el rostro de José Portillo Gil, alías “El Chueco”, presunto sicario que asesinó a las tres personas.
“El Chueco”, desde hace años, según información local, vive con total impunidad ya que se pasea por las calles de la localidad sin problemas, a pesar de tener varias órdenes de captura.
Ahora, luego de la muerte de los religiosos, se convirtió en el criminal más buscado de México, por el que se ofrece una recompensa de unos 250.000 dólares por información que dé con el fugitivo.
PROMESAS POLÍTICAS
El presidente Andrés Manuel López Obrador anunció ayer que habrá una “investigación a fondo” en el caso de los jesuitas asesinados así como por la impunidad en la que vivió Portillo Gil, líder de una célula del narcotráfico vinculada al poderoso grupo criminal de Los Salazar que está asociado al cartel de Sinaloa en Chihuahua.
JUNTO A LOS NECESITADOS
Los dos jesuitas brutalmente asesinados era muy conocidos y queridos en la región del noroeste de este país.
El sacerdote Javier Ocampos, desde hace 50 años recorría los rincones de esta geografía compleja con montañas e incógnitas en cada una de sus zonas. Cada lugar lo visitaba en motocicleta cuando todavía no había carreteras, para ayudar a las comunidades indígenas y abandonadas del territorio
La vida y Dios hicieron que durante 20 años su lugarteniente sea el religioso Joaquín Mora, que realizaba su labor con los pobres y vio como en esa región fronteriza el crimen organizado ganó terreno año tras año.
Los religiosos estaban totalmente integrados entre los indígenas tarahumaras (o rarámuris), hacían labor social, defendían su cultura y promovían servicios básicos y educación.
Eran figuras de autoridad moral, y durante mucho tiempo pudieron evitar que la violencia no los tocara en forma directa, hasta el lunes 20.
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