El régimen de Daniel Ortega intensifica su hostigamiento contra el clero y los fieles católicos, con expulsiones, acoso y profanaciones de iglesias.
La Iglesia Católica en Nicaragua sufre hostigamiento de Daniel Ortega.
La situación de la Iglesia Católica en Nicaragua se deterioró alarmantemente en el inicio de 2024, con un aumento en la persecución eclesiástica que incluye la expulsión de 19 sacerdotes, decenas de incidentes de acoso y profanaciones de iglesias, y áreas rurales desprovistas de culto y servicios sociales.
Este clima de represión, impulsado por el presidente Daniel Ortega, silenció las críticas al gobierno autoritario y sofocado incluso las menciones a la represión desde el púlpito.
"Algunos sacerdotes y líderes de la Iglesia católica, como el obispo Rolando Álvarez, fueron liberados de prisión y enviados al extranjero para negociar con el Vaticano."
UN SILENCIO IMPUESTO POR EL MIEDO
La abogada nicaragüense Martha Patricia Molina, quien huyó a Estados Unidos y recibió un Premio a la Libertad Religiosa Internacional del Departamento de Estado de Estados Unidos, destaca que "cada vez el silencio se hace más profundo". La situación es tal que rezar el rosario en la calle se volvió peligroso, y denunciar la persecución puede resultar en represalias aún más severas contra la comunidad.
PROFANACIONES Y VIGILANCIA
Se registraron 30 profanaciones de iglesias en el último año, y la mayoría de los incidentes no se denuncian por temor a represalias.
Un sacerdote exiliado describe la vida en Nicaragua como "un infierno", debido a la vigilancia constante y la imposibilidad de expresar cualquier crítica al régimen.
La represión llegó a tal punto que los fieles temen incluso asistir a misa, ya que podrían ser espiados y denunciados por mostrar “indicios de oposición al gobierno”.
El dictador Daniel Ortega echó del país a la congregación fundada por la santa Madre Teresa de Calcuta tras acusarlas de terroristas.
UNA REPRESIÓN PROFUNDA Y EXTENDIDA
La persecución no solo afecta al clero y las órdenes religiosas, sino también a estudiantes universitarios, poblaciones minoritarias y marginadas, y pequeños negocios en pueblos rurales.
La situación se agravó con el cierre de más de 3.000 organizaciones no gubernamentales, incluida la organización benéfica de la Madre Teresa, lo que creo una brecha importante en los servicios sociales, especialmente en zonas rurales.
"Un sacerdote exiliado describe la vida en Nicaragua como 'un infierno', debido a la vigilancia constante y la imposibilidad de expresar cualquier crítica al régimen."
NEGOCIACIONES Y EXILIO
A pesar del miedo creciente, muchos fieles continúan asistiendo a los servicios religiosos donde están disponibles. Algunos sacerdotes y líderes de la Iglesia católica, como el obispo Rolando Álvarez, fueron liberados de prisión y enviados al extranjero para negociar con el Vaticano.
Sin embargo, muchos exiliados temen que cualquier representante de la Iglesia que quede en Nicaragua se sienta intimidado para ser complaciente al gobierno de Ortega.
"La situación es tal que rezar el rosario en la calle se volvió peligroso, y denunciar la persecución puede resultar en represalias aún más severas contra la comunidad."
LA LUCHA POR LA JUSTICIA
Los exiliados y defensores de los derechos humanos continúan denunciando la represión y documentando cada acto de violencia contra el clero y los fieles.
La abogada Martha Patricia Molina afirma que "la dictadura pretende eliminar por completo la religión católica, porque no lograron que la iglesia se arrodille a ellos". A pesar de los desafíos, la comunidad internacional y los nicaragüenses exiliados mantienen la esperanza de que eventualmente se logre justicia.
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