Era islámico y descubrió el catolicismo cuando encontró una Biblia en un taller mecánico. “Leer el Nuevo Testamento me llegó al corazón”, asegura Pierre, un cristiano en Níger.
Imagen ilustrativa.
Los caminos de conversiones son dispares según la circunstancias, y hasta muchas veces inesperados. Históricamente personas que se negaban en creer y se preparaban para refutar, terminaron rendidos a los pies del Señor.
Dios tiene un propósito para cada persona, y escucha —como dice el Papa Francisco— para luego actuar en consecuencia, y bregar por lo que considera mejor para cada ser humano.
Esos caminos misteriosos llevaron a san Ignacio Loyola, postrado por una bala de cañón, a leer la vida de los santos mientras se recuperaba de su convalecencia y de esa manera redescubrir al Creador; o san Agustín que sintió que tenía que escuchar la Palabra del Señor a través de las Sagradas Escrituras.
O Pierre, un ciudadano de Níger (África), formado en el Islam, que un día en un taller mecánico encontró una Biblia arriba de la mesa y sintió curiosidad por abrirla. “Empecé a leerla y no me separé más”, señala.
Desde pequeño, cuenta, recibió educación musulmana, por lo que iba a una escuela en la que le enseñaban principios islámicos.
ENCONTRARSE CON DIOS
A Pierre, su oficio de soldador lo llevaron a trabajar en un taller, donde renació. “Encontré una Biblia que habían dejado en la mesa, la agarré, me puse a leerla y me encantó, me llegó al corazón”, destaca.
Esa primera lectura, ese primer contacto con el Señor lo incentivaron para evangelizar inmediatamente: “me gustaba hablar del Evangelio con algunos compañeros de trabajo, ninguno de ellos era cristiano, pero sabían algunas cosas”, señala.
SACIAR LA SED ESPIRITUAL
Agadez, una ciudad con más de 120 mil habitantes, en el desierto del Sahara, con temperaturas promedio de 32º durante el año.
Diariamente leía la Palabra del Señor, y cada vez se sentía más atraído, “eran historias llenas de ternura y cercanía con los más pobres”, destaca Pierre, pero no lo podía palpar en la vida real.
Un día, del trabajo lo enviaron a Agadez (Localidad de Níger, en el desierto del Sahara), y allí quiso el Señor que conozca a una comunidad cristiana, a la que se unió. “Quería saber más sobre los Evangelios y la vida de los cristianos”, indica.
Ese lugar fue la bendición para él, donde pudo saciar esa sed espiritual que tenía. Ahí, junto a benineses, togoleses, burkineses, franceses y nigerinos, vio el espíritu de los evangelios reflejado en cada uno de sus compañeros.
CAMINO DE FE
Durante los años que permaneció en Agadez, además de descubrir el mensaje de Jesús y una comunidad que lo ayudó a vivirlo, empezó a transitar “un camino espiritual que respondía a mis sueños de adolescente que habían alimentado mi lectura de los Evangelios”. Actualmente, comprometido con la Iglesia como misionero laico, afirma: “nunca me arrepentí de convertirme a la fe cristiana, ni siquiera un solo día".
“Lo que me cuesta aceptar es que mis hijos sigan siendo musulmanes aunque nunca les obligué a seguir mis pasos”, concluye Pierre, quien sabe que debe tener paciencia, como Dios la tuvo con él.
(Agencia Fides / Adaptación Juan Marinangeli)
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