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  • Foto del escritorCanal Vida

Madres, las más necesarias del mundo

Día de la Madre en Paraguay: mamá, sinónimo de bondad y entrega. El acontecimiento de la maternidad se inicia con la gestación y se prolonga más allá de la juventud de los hijos.
 

Mamá, mamita, "vieja", madre... La forma de llamarla cambia según el país o la región, pero lo que no se modifica es el sentimiento a esa persona (del corazón o biológica) que nos cuido —y todavía lo sigue haciendo a pesar que ya pintamos canas— con el corazón y el alma.


También las fechas van variando según los territorios, por ejemplo hoy Paraguay celebra el Día de la Madre, a la que hiciste renegar, enfadar, pero siempre te perdonóhoy tenele paciencia a ella si es que camina un poquito lento, o te pregunta varias veces lo mismo—.


Alguien dijo que después del amor a Dios el de madre es el más puro, motivo por el que se afirmó que no hay amor más desinteresado que el de ella, que no desea tanto ser amada como amar a sus hijos.


El psicoanalista Erich Fromm puso de relieve que el amor maternal es incondicional, y también afirma que tal afectuosidad, al no estar sujeta a ninguna condición, satisface la más profunda exigencia de amor del ser humano. Ser madre es una experiencia que se inicia con la gestación y se prolonga más allá de la mayoría de edad de los hijos.


"Las madres sorprenden siempre por el amor a sus hijos, por la fortaleza y sabiduría que demuestran en las horas difíciles y por su inmensa capacidad de receptividad, de donación y de entrega."

Con respecto al embarazo, el filósofo español Julián Marías aseguró que se trata de "una situación absolutamente original y sin equivalente: la incomparable proximidad entre la madre y el hijo no nacido". Ya que esperar un hijo no es un hecho al que la mujer meramente asiste, sino que, más aún, "es a ella a quien le acontece", significa que es ella el sujeto de tal evento.



EL ENCUENTRO IMAGINADO


Marías hace referencia a la expresión de la lengua alemana en la que "estar encinta" significa "llevar un niño bajo el corazón".


Otra situación digna de ser considerada es la fecha del nacimiento, que para la madre significa "una cita con el hijo", es decir el acontecimiento del encuentro "imaginado, sentido" por ella, con el ser "con quien convivió en forma extraña, única e irrepetible durante nueve meses".


Al nacimiento sigue la lactancia; y aquí hay que tener en cuenta "la disposición de los pechos en la especie humana, que hace que la madre tenga al niño en brazos, frente a ella, cara a cara", lo cual favorece el comienzo de una relación personal entre ambos: miradas, caricias, abrazos.



FORMAR EN VALORES


Ser madre constituye una "inmensa experiencia de vida" surgida del "trato con los hijos, de la comunidad de vida con ellos y de la participación íntima en la constitución de sus vidas".


Reconocida la influencia decisiva de la madre sobre sus hijos, hay un aspecto de la maternidad que resulta imposible de soslayar, y es que ésta no debe implicar solo la crianza de los pequeños, sino también su educación. Pero educación no solo hace referencia al desarrollo intelectual y moral de los hijos, sino también a la transmisión de las creencias de la sociedad, de la religiosidad, buenas costumbres y todo aquello que es preciso saber para llevar una vida feliz.


Las madres sorprenden siempre por el amor a sus hijos, por la fortaleza y sabiduría que demuestran en las horas difíciles y por su inmensa capacidad de receptividad, de donación y de entrega, que las convierte en las personas más bondadosas y necesarias del mundo.



 

ORACIÓN POR LAS MAMÁS



Señor, Tú también tienes una Madre. La tuya está en el Cielo. Es María, pero en algún tiempo estuvo en la tierra. Ayúdanos, pues, a pedir por nuestras madres, aunque Tú no necesitas pedir por la tuya. Ellas siempre están pidiendo por nosotros. Justo es que nosotros alguna vez pidamos por ellas.


De las madres se han dicho cosas bellísimas. Todas se las merecen ellas.

Ojalá que nunca pudiera decirse nada malo de las madres. Sin embargo..., Señor, concédenos madres que sepan cuál es su fin principal: la maternidad. Que jamás traicionen esa misión tan maravillosa.


Concédenos madres que sepan amar a sus hijos con amor intenso, con amor cristiano. El amor de instinto no basta.


Que amen a Dios en sus hijos. Que todo su amor sea para encaminarlos a El.

Con amor que lleve hasta el sacrificio. La madre debe ser toda para sus hijos. Tiene que ser capaz de sacrificar por ellos su cuerpo, su belleza.

Olvidarse de todo menos de que es madre.


Siempre para sus hijos. No solo madre al traerlos al mundo, sino siempre. Hasta la muerte.

Que críen a sus hijos con esmero y delicadeza, y que sean ellas quienes los eduquen directamente. No hay pretexto que las exima de ese deber.

Educándolos, vigilándolos, con una educación completa, con una vigilancia llena de amor y caridad.


Haz, Señor, que el modelo de nuestras madres sea tu Madre bendita. Que la protectora de nuestras madres sea Ella, María. Que a Ella acudan en sus afanes. Que a Ella imiten en sus acciones. Ella, María, tu Madre —también nuestra—, siguió todos tus pasos, sin dejar un instante de manifestarse madre. Así necesitamos a nuestras madres: ¡siempre madres!


Lo más sublime de una mujer es ser madre buena.


Señor, haz que así sean ellas. Amén.



 

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