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Los Últimos Serán los Primeros: La Inolvidable Despedida a Francisco

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • hace 9 horas
  • 2 Min. de lectura
Un adiós que rompió todos los protocolos.
 
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Los olvidados. Sor Geneviève, la moja amiga de Francisco que misiona con la comunidad LGTBQ+, junto a la transexual paraguaya Laura Esquibel despiden al Papa. (Fotografía: Vatican Media)

En la inmensidad de la plaza San Pedro, donde la historia suele ser solemne y los rituales inquebrantables, una pequeña monja de ojos azules, Sor Geneviève Jeanningros, rompió las reglas con la fuerza incontenible del amor. No eran diplomáticos ni príncipes quienes se adelantaron a despedir al Papa Francisco. Fueron los pobres, los olvidados, los que nunca aparecen en los grandes libros, quienes ocuparon el centro de la escena.

 
Vatican Media
 
LA MONJA QUE LLORÓ POR TODOS

Sor Geneviève, la “niña terrible” como el mismo Papa solía llamarla, cruzó discretamente la fila prevista para obispos y cardenales y se colocó a un costado del féretro. No pidió permiso. No dio explicaciones. Se dejó llevar por el corazón. Durante más de veinte minutos, rezó en silencio frente al cuerpo del hombre que la abrazó cuando pocos se animaban a abrazar a los descartados.


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Sor Geneviève despide a su amigo.

“Era un padre, un hermano, un amigo”, repitió entre lágrimas, mientras sostenía un pañuelo contra sus ojos.“Lo quería demasiado como para hablar de él sin quebrarme”, confesó a los medios que intentaron, en vano, arrancarle más palabras.



UNA DESPEDIDA SIN PRIVILEGIOS: POBRES, MIGRANTES Y OLVIDADOS

En una ironía profunda y poderosa, quienes Francisco puso siempre en primer lugar en su pontificado, ahora eran literalmente los primeros en honrarlo. Migrantes, feriantes, sin techo, prostitutas rescatadas, viejos gitanos de Ostia… Todos acompañan el paso final de aquel hombre que no buscó coronas, sino corazones.


Así, los últimos según el mundo fueron los primeros en el Reino que Francisco ayudó a visibilizar.



UNA MONJA, UNA TRAVESTI Y LA TERNURA DE UN PAPA

Entre las personas que acompañaron a Sor Geneviève estaba Laura Esquibel, paraguaya, la primera transexual que recibió públicamente la mano de Francisco y con quien compartió siete encuentros privados. Recordando con emoción: “Comimos empanadas juntos, le cocinaba, me llamaba de vez en cuando… Lo quería mucho”, decía, mientras sostenía su rosario contra el pecho.


La escena era brutalmente bella: una monja anciana y una mujer transexual llorando juntas al pie del féretro. ¿Acaso hay una imagen que mejor represente el pontificado de Francisco?


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UN BESO EN EL VIENTO

Antes de retirarse, Sor Geneviève no resistió un último gesto. Se llevó la mano a los labios y envió un beso al cielo, dirigido al hombre que fue amigo, guía y consuelo. Un gesto sencillo, pero que rompió miles de protocolos.


“Muchos me pidieron que cuando fuera a verlo, los llevara en el corazón”, confesó. “Y eso hice. Lloré también por ellos”, señaló.



UN LEGADO IMPOSIBLE DE ENTERRAR

Francisco será recordado por haber devuelto dignidad a los últimos, por hacer de la ternura una forma de gobierno y de la misericordia una política de Estado del alma.


Los poderosos desfilarán ante su tumba. Los reyes y presidentes enviarán coronas de flores. Pero la corona verdadera, la que ya lleva en la eternidad, está hecha de los abrazos de los olvidados. Los últimos. Los suyos.

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