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La Novia de la Iglesia: El Milagro de Chiquitunga que No Muere

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 29 abr
  • 4 Min. de lectura
Nació en un pequeño rincón de Paraguay. Murió joven. Pero su amor a Cristo sigue estremeciendo al mundo. En el centenario de su nacimiento, revivimos la historia apasionante de Chiquitunga, la flor guaraní que transformó la oscuridad en luz, y cuyo fuego de amor sigue ardiendo en cada rincón de los corazones que se atreven a soñar con la santidad.
Chiquitunga
La mujer, la beata, de la esperanza paraguaya.

El 12 de enero de 1925, en Villarrica del Espíritu Santo, Paraguay, nació quien se convertiría en el corazón palpitante de la fe de todo un pueblo: María Felicia de Jesús Sacramentado, conocida con el cariñoso nombre de "Chiquitunga".


Desde su infancia, mostró un carácter dulce pero firme, cultivado por el amor de sus padres, Ramón Guggiari y Arminda Echeverría. En un hogar donde la religión se vivía discretamente, ella creció abrazando una fe ardiente, como una llama que no tardaría en incendiar corazones.

Pedro Kriskovich
UNA JOVEN QUE SOÑÓ CON LO IMPOSIBLE

A los 16 años, Chiquitunga se unió a la Acción Católica, y allí su vida dio un giro definitivo. Se entregó con pasión a las obras de apostolado, organizó grupos juveniles, fue catequista y maestra, y convirtió la vida de muchos en un reflejo del Evangelio viviente. Su lema personal, "Todo Te Ofrezco, Señor" (T2OS), se volvió un grito silencioso de su corazón enamorado de Dios.


No buscaba protagonismo ni gloria humana: quería llevar a Cristo allí donde reinaba la indiferencia y la pobreza espiritual. Amaba a los niños, abrazaba a los pobres y sonreía incluso en las noches de mayor cansancio. Cada gesto, cada mirada, era una oración.



EL AMOR LLAMÓ A SU PUERTA: VOCACIÓN AL CARMELO

En su juventud, Chiquitunga también conoció el amor humano, pero cuando todo parecía conducirla al matrimonio, Dios le reveló otro camino: ser exclusivamente suya. Luego de un profundo discernimiento, el 2 de febrero de 1955, ingresó al Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Asunción.


Allí, en el silencio del claustro, su alma se abrió como un lirio al sol. Tomó el nombre de María Felicia de Jesús Sacramentado. Vivía para la Eucaristía, amaba a la Virgen María con ternura filial, y ofrecía su vida como un holocausto escondido de amor. ¡Su alegría era contagiosa! ¡Su fe, una llamarada!


chiquitunga
Chiquitunga, una juventud de amor al prójimo.
UNA ENFERMEDAD, UN SACRIFICIO, UN TESTAMENTO

En 1959, la hepatitis fulminante llegó como un látigo silencioso. Tenía solo 34 años. Sufrió con serenidad, sin perder nunca su sonrisa radiante. Sus últimas palabras, pronunciadas casi en un suspiro, quedaron grabadas para siempre en el alma de Paraguay: “Jesús, te amo. ¡Qué dulce encuentro! Virgen María…”


No fue una despedida. Fue una boda. Chiquitunga, la "Novia de Cristo", se entregaba definitivamente a su Amado.

CASA BETANIA
LA BEATA QUE CONQUISTO EL CORAZÓN DE PARAGUAY

El testimonio de su vida, aparentemente oculta, se extendió como un perfume que nadie pudo detener. Su fama de santidad cruzó fronteras, tocando corazones en Paraguay, en Latinoamérica, en el mundo entero.


El 23 de junio de 2018, en una histórica ceremonia en Asunción, el Papa Francisco la beatificó. Miles de paraguayos vieron ondear las banderas blancas y amarillas bajo un cielo que pareció abrirse para abrazar a su hija más querida.


La "Chiquitunga" era ahora oficialmente beata, pero para su pueblo siempre fue mucho más: un milagro vivo de amor.



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Hermanas de la beata, junto a una gigantografía de Chiquitunga. (Fotografía: Archivo 2015)
¿QUÉ HACE A CHIQUITUNGA TAN ESPECIAL?

Chiquitunga no fue una gran fundadora ni realizó proezas humanas. Fue "solo" una joven que vivió con radicalidad las bienaventuranzas. Amó en lo pequeño. Se ofreció en lo oculto. Vivió el Evangelio minuto a minuto.


Su vida enseña que la santidad no es privilegio de algunos, sino llamada universal. Enseña que ser "novia de Cristo" no es un ideal lejano, sino un sendero diario de amor, de renuncia, de alegría contagiosa.


Chiquitunga
Reliquia de segundo grado. Los Cuatro Evangelios, con la primer página escrita de por Chiquitnga.
EL MILAGRO SILENCIOSO: EL CEREBRO INCORRUPTO DE CHIQUITUNGA

Entre los misterios que rodean la figura de Chiquitunga, uno brilla con asombrosa fuerza: su cerebro fue encontrado incorrupto.


Durante el proceso de exhumación previo a su beatificación, los especialistas y autoridades eclesiásticas quedaron atónitos. Su cerebro —símbolo de su pureza, su entrega y su fe pensante— se conservaba intacto, mientras el resto del cuerpo había seguido el curso natural de la descomposición.


Chiquitunga
Cerebro incorrupto de Chiquitunga.

La noticia corrió como fuego entre los fieles: Dios había preservado intacto el órgano que había albergado los pensamientos de amor, sacrificio y adoración de su sierva fiel.


Para los devotos, no fue solo un fenómeno biológico inexplicable: fue una caricia del Cielo, un testimonio físico de su santidad interior. En cada latido de ese cerebro palpitaba la verdad que ella vivió: "Todo te ofrezco, Señor".


Hoy, el cerebro incorrupto de Chiquitunga sigue siendo uno de los signos más conmovedores de su legado eterno, un pequeño milagro que confirma que su historia no terminó con su muerte... sino que recién empezaba.


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Crucifijo que llevaba Chiquitunga al momento de su muerte.
UN CENTENARIO QUE NOS INVITA A MIRAR AL CIELO

En este 2025, celebramos el primer centenario de su nacimiento. ¡Cien años desde que una niña dulce vino al mundo para enseñarnos el único secreto que importa: amar a Jesús sin medida!


Con misas, procesiones, vigilias de oración y actos culturales, Paraguay rinde homenaje a su hija predilecta. Pero, más allá de los actos públicos, Chiquitunga sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: tocar corazones uno a uno, en silencio, en lo profundo.

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UNA INVITACIÓN IRRESISTIBLE

Chiquitunga nos llama a vivir con pasión, a no tener miedo de entregarlo todo, a hacer de nuestra vida una canción de amor para Dios.


Nos invita a ver en cada niño, en cada pobre, en cada rostro olvidado, el rostro del mismo Cristo. Nos enseña que hasta en el dolor más amargo puede brotar la más dulce alabanza.



LA NOVIA DE LA IGLESIA, NO MURIÓ

Su luz sigue encendida. Su amor sigue ardiendo. Su historia sigue escribiéndose en los corazones que, como ella, se atreven a decir: “Todo Te Ofrezco, Señor”.


Y mientras haya un alma dispuesta a amar así, el mundo seguirá siendo tocado por el milagro de Chiquitunga.

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