Francisco, previo al Ángelus, reflexionó sobre el Evangelio de hoy (Lc. 12, 13-21) e indicó que la codicia es una enfermedad que convierte a las personas en esclavos y servidores del dinero. —VIDEO—
La riqueza no es mala, pero si dependemos de ella en vez de servirnos y la tomamos como lo primordial se transforma en idolatría y ofende a Dios, explicó Francisco esta mañana en el Ángelus que oficio ante una multitud que se congregó en plaza San Pedro (Roma, Italia).
En una jornada soleada, el Santo Padre señaló que la vida no depende de lo se posee, depende de las buenas relaciones con Dios, con el prójimo y con los que tienen menos.
“La codicia es una enfermedad que destruye a las personas, porque el hambre de posesiones es adictiva.”
EL LEGADO
El Pontífice se interrogó sobre cómo queremos actuar en la vida, si queremos enriquecernos según Dios o la codicia. Preguntarnos qué herencia queremos dejar, dinero o gente feliz a mi alrededor, buenas obras que no se olvidan, personas a las que se ayudó a crecer y madurar.
Asimismo, indicó que la codicia, además de ser mala concejera convierte al ser humano en esclavo y servidor del dinero. La calificó como una enfermedad peligrosa para la sociedad: “por su culpa llegamos a otras paradojas, a una injusticia como nunca antes en la historia, donde unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco”.
AMBICIÓN DESENFRENADA
El Papa recordó el Evangelio de la Liturgia de hoy: “un hombre dirige esta petición a Jesús: ‘Maestro, dile a mi hermano que comparta la herencia conmigo’ (Lc 12,13)”.
Al respecto, afirmó que es una situación muy común, problemas similares siguen estando a la orden del día, muchas familias se pelean por una herencia, y quizás ya no se hablan. Y retomando el Evangelio dijo que Jesús, respondiendo al hombre, no entra en detalles, sino que va a la raíz de las divisiones causadas por la posesión de cosas: "Guardaos de toda codicia " (v. 15).
El vicario de Cristo destacó que la codicia es la ambición desenfrenada por las posesiones, siempre queriendo enriquecerse más. “Es una enfermedad que destruye a las personas, porque el hambre de posesiones es adictiva”, sentenció.
El problema, manifestó el sucesor de Pedro, es que la ambición desenfrenada hace que la persona pierda la libertad, ya que termina apegada a lo material, se convierte en esclavo de los que "paradójicamente" debería haber servido para vivir libres y serenos.
SERVIR A LA RIQUEZA OFENDE A DIOS
Los bienes materiales, el dinero, las riquezas pueden convertirse en un culto, en una verdadera idolatría, señalo Francisco, por eso Jesús advierte con palabras fuertes que no se puede servir a dos señores, Dios y las riquezas (cf. Lc 16,13). “Servirse de las riquezas sí; servir a la riqueza no: es idolatría, es ofender a Dios”, afirmó.
RIQUEZA CON DIOS
El Papa aconsejó buscar la riqueza, desear ser más ricos: "es bueno hacerse rico, ¡pero rico según Dios! Dios es el más rico de todos: es rico en compasión, en misericordia. Su riqueza no empobrece a nadie, no crea peleas ni divisiones".
Es una riqueza, dijo Jorge Bergoglio, que ama dar, distribuir, compartir. "Acumular bienes materiales no es suficiente para vivir bien, porque -repite Jesús- la vida no depende de lo que se posee (cf. Lc 12,15). En cambio, depende de las buenas relaciones: con Dios, con los demás y también con los que tienen menos”, subrayó.
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