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  • Foto del escritorPedro Kriskovich

Independencia a la luz del Evangelio

Paraguay festeja el 14 y 15 de mayo su aniversario patrio. Aportes de la Iglesia en la histórica gesta.
 

La catedral de la Santísima Asunción fue construida entre 1842 y 1846, época de progreso del Paraguay, que en aquel entonces enviaba y traía a su vez técnicos de Europa.


A 211 años de la independencia del Paraguay, cabe recordar numerosos sacerdotes, religiosos e instituciones formativas dieron todo de sí por la construcción de una nación sana y soberana, en la que se disfrute del amor a Dios y al prójimo. Incluso algunos hasta ofrendaron sus vidas, como san Roque González de Santa Cruz (1576-1628).


Este mártir criollo proclamado santo por Juan Pablo II en 1988, uno de los diez hijos del matrimonio del escribano real Bartolomé González de Villaverde y María de Santa Cruz, nobles españoles, no sólo realizó una brillante misión pastoral evangelizando a los nativos, sino también fundó varias misiones, reducciones y ciudades, entre las que se destacan las de San Ignacio Guazú, Encarnación y Posadas, esta última en territorio argentino.


Así también se puede hacer hincapié en la labor tesonera de evangelización, en esas épocas, de otros tantos sacerdotes, como los hermanos de Paí Roque: Pedro, clérigo de la catedral de la Asunción, y Mateo, presbítero que trabajó luego en la catedral de La Plata (Sucre), solo por citar algunos nombres.


Los religiosos que llegaron con los colonizadores a tierra guaraní lo hicieron acompañados con la inspiradora de toda misión divina, la Virgen María, y con Ella enseñaron el amor con mayúscula, que es Cristo, con una convicción extraordinaria.



PARAGUAY DEL SIGLO XIX

Siglo XIX. Desde la Iglesia del Santísimo Sacramento de la Recoleta, construida en 1860, partía la procesión de Corpus Christi hasta la Santísima Trinidad. El templo también conocido como “Recoleta”, nombre que proviene de Agustinos Recoletos que la administraban. De allí surgió el Cementerio de la Recoleta, que subsiste hasta hoy, siendo el más tradicional y uno de los más grandes de la capital paraguaya.


Escudriñando edificios, paisajes y costumbres de la Asunción de antaño se puede captar la esencia de su alma multiforme y única a la vez. Ellos fueron extendiéndose a lo largo de la bahía en forma de anfiteatro, con sus calles caprichosas e irregulares y sus arboledas y chacras diseminadas por los amenos valles de los alrededores, según los planos confeccionados por Félix de Azara y Julio Ramón de César, ingenieros miembros de las partidas de demarcadores españoles de las postrimerías de la colonia.



LA IGLESIA Y SUS APORTES A LA INDEPENDENCIA

La Iglesia de la Encarnación fue construida en varias etapas, a finales del siglo XIX. Durante la Guerra del Chaco (1932-1935) fue “hospital de sangre”. El proyecto inicial constaba de dos torres y la hermosa cúpula que es la que subsiste hasta hoy.


Haciendo revisionismo histórico, se encuentra que en aquella gesta de mayo de 1811 estuvo presente entre los próceres un representante de la Iglesia Católica. Se trata del sacerdote que bregó a favor de la independencia, Francisco Javier Bogarin, oriundo de Carepeguá, integrante de la Primera Junta.


No se pueden ocultar tampoco los aportes importantes que a través de décadas tuvo para la formación de ciudadanos, preparados en la cultura, ciencia, moral y ética por parte de los religiosos católicos, por ejemplo el Convento “Santo Domingo”, de Loma Cabará, paradisiaco lugar donde relucía una ancha laguna, cuyas aguas, formando un riachuelo por la calle 15 de Agosto, pasaban por debajo del puente de Santo Domingo.


Cruzando nomás el puente y siguiendo por la ribera muchos ciudadanos en búsqueda de sapiencia se llegaban al Colegio Seminario "San Carlos"; a poca distancia estaba la plaza Mayor donde se yergue el Cabildo, con su torre-reloj de piedra y ladrillo.


Cuántas generaciones de ciudadanos se formaron en el Convento "San Francisco", frente al cual, más tarde, se construyó la plaza homónima, hoy Uruguaya. No lejos de él se encontraba la parroquia San Roque, donde la feligresía acudía masiva y religiosamente los domingos y fiestas de guardar, con sus mejores galas.


Regresando hacia el oeste, en un imaginario viaje al pasado, se encuentra el Convento "La Merced", situado en la plaza Frontera, hoy Banco del Paraguay.


A la iglesia de la Encarnación, ubicada, según los planos antiguos, en Estrellas y Ayolas, los historiadores la registran como el epicentro de la religiosidad popular, hasta que durante la dictadura de José Gaspar Rodríguez de Francia el Convento "Santo Domingo" pasó a ser la segunda iglesia de la Encarnación y la de mayor importancia, hasta que el incendio de 1889 la destruyó.


Cuentan los historiadores que la gran masa de la población era de una casta de origen español y nativo, "pero predominaba tanto el primero, que los naturales o mestizos parecían descendientes de europeos. Los hombres eran generalmente bien formados y atléticos, y las mujeres todas bonitas. La sencillez y vaporosidad de sus trajes, así como sus atractivos personales, junto con un cuidado escrupuloso de su aseo personal, dábanles un aspecto interesante y seductor", comentó en su libro William Robertson.


La iglesia de la Santísima Trinidad fue construida en 1854, por iniciativa del presidente Carlos Antonio López.


Fulgencio R. Moreno, por ejemplo, destacó las andanzas nocturnas de los transeúntes de mortecino farol, las serenatas a la luz de la luna, el silencio interrumpido por el paso de las rondas, las misas de los domingos, mientras menudeaba el tradicional mate de leche con azúcar quemada y "naranja roquy".


La misa era la cita más importante de la comunidad; era el culmen de todo acontecimiento, inclusive social y político. Todos se obligaban por sí solos y por convicción a acudir a misa los domingos y fiestas de guardar. Era una agenda o un calendario ya establecido en las familias. Por lo tanto, dejar por unas horas la casa, los quehaceres del hogar o posponer o adelantar algunas actividades era natural, como también lo eran las oraciones antes de dormir.


Las visitas a algún pariente, la participación en algún acontecimiento artístico, cultural o deportivo se hacían siempre después de la Santa Misa. La participación viva y activa de la celebración eucarística implicaba un sacrificio y una acción de gracias por la vida y el bienestar.


La Iglesia Católica tuvo antes y en todo este transcurso de 211 años de independencia un papel preponderante y trascendente en la vida ciudadana cotidiana e institucional.



 


FORJAR UNA NACIÓN JUNTO A LA IGLESIA

El padre salesiano Carlos Heyn, abogado e historiador, explica la participación de la Iglesia en la Independencia paraguaya. —Nota de archivo realizada para el semanario Cristo Hoy en el marco del bicentenario del Paraguay—
 

Ruinas jesuíticas, el inicio de la evangelización del Paraguay.


El sacerdote salesiano Carlos Heyn (1937-2017), un profundo conocedor de la historia paraguaya, realiza un reconto de los años de la Patria junto a la Iglesia.


DE 1736 a 1811

Para resaltar la importancia de la Iglesia en la independencia del Paraguay en primer lugar hay que recurrir, según afirmó el presbítero salesiano Carlos Heyn, a los "antecedentes necesarios de una relación que tuvo la jerarquía de la Iglesia Católica en el período hispánico, que abarca desde la fundación de Asunción en 1736 hasta 1811", relación que fue significativa.


Los españoles eran eminentemente cristianos católicos en su totalidad, mientras que los nativos tenían una inclinación muy grande hacia su religión y su dios, llamado Tupâ. Pero como eran creyentes, esto ayudó a los evangelizadores.


"De ahí las grandes misiones franciscanas, jesuitas, dominicas que hacían todo una evangelización y las poblaciones indígenas iban totalmente convirtiéndose a la fe católica, como era natural. Y eso se impregnó todo en la sociedad. De modo que la Iglesia tenía un papel preponderante dentro de la sociedad civil. Fue una gran evangelización que dura todos los siglos siguientes y lo que fundamenta lo que viene después", relató el padre Heyn.



INDEPENDENCIA

Cuando vino la segunda etapa, el movimiento de la emancipación política, la Iglesia participó a favor de esa independencia. De hecho, según revela el padre Heyn, esos sacerdotes "eran personas muy bien preparadas, que aceptaban y entendían muy bien en esos tiempos que el Paraguay debía salir del poder monárquico y organizarse con su propia capacidad, como emancipado. El mismo obispo, que era español, sin embargo era condescendiente con el movimiento independentista”.

En la Primera Junta de julio de 1811 la Iglesia tuvo una gran participación con tres representantes independentistas. En esta justamente se declaró la República y se comenzó a preparar el primer Congreso. Entre los cinco miembros estaban el brigadier Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero y los vocales que eran dos abogados, el dr. José Gaspar Rodríguez de Francia y el dr. Fernando de la Mora, y un sacerdote, el pbro. Francisco Javier Bogarín. "Fue uno de los primeros que estuvo en el gobierno de la República, pero no era el único, porque habían otros religiosos que colaboraron desde el principio mismo, como los franciscanos durante todo el período de la independencia”, destaca el prelado salesiano.



EL PERÍODO DE GASPAR RODRÍGUEZ DE FRANCIA

Llega el tercer período de la historia, donde el dr. Gaspar Rodríguez de Francia ejerce una larga dictadura desde 1814, primero temporal y poco después, desde 1816, vitalicia hasta su muerte en 1840.


El padre Heyn aclaró que De Francia "no persiguió a la Iglesia, pero si la tuvo muy sometida. Convirtió los conventos en cuarteles, prohibió algunas organizaciones de grupos religiosos y confiscó muchos de los bienes de la Iglesia”.



NUEVOS AIRES

Pero después de un período muy breve de inestabilidad se eligió el segundo consulado, que recayó en Mariano Roque Alonso, y su secretario fue Carlos Antonio López. Ambos de familia cristiana. En el caso de López, éste tenía un hermano sacerdote, que luego sería el primer obispo paraguayo.


El Estado se relacionó por primera vez con el Papa. Primero lo hizo Mariano Roque Alonso como cónsul de la República con la Nunciatura del Brasil, y luego López como presidente logró obtener los primeros obispos paraguayos.


Cuando muere Carlos Antonio López, en 1862, le suple su hijo Francisco Solano como presidente provisorio primero y luego como presidente definitivo, en octubre de 1862. Este "siguió respetando la Constitución de 1860, en la cual expresamente señalaba que la única religión era la católica", aseveró Heyn.


"La Iglesia Católica acompañó totalmente tanto al gobierno como al ejército, con 132 sacerdotes, casi en su totalidad paraguayos, en esa defensa nacional, en la guerra de la Triple Alianza, y muchísimos presbíteros murieron", afirmó el historiador.

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