El Papa, en su último jornada en Baréin, señaló que el Espíritu Santo da los dones de alegría, unidad y profecía, que ayudan a crecer espiritualmente y en la sociedad.
El Santo Padre concluyó esta mañana su visita apostólica a Baréin —3 al 6 de noviembre— con un encuentro de oración y Ángelus con obispos, sacerdotes, seminaristas y agentes pastorales en la iglesia del Sagrado Corazón en Manama.
En su alocución propuso detenerse en la escena que describe el Evangelio, cuando el Señor “se encontraba en el templo de Jerusalén, donde se estaba celebrando una de las fiestas más importantes, durante la cual el pueblo bendecía al Señor por el don de la tierra y de las cosechas, haciendo memoria de la Alianza”.
Y destacó que aquel día de fiesta se realizaba un rito importante: “El sumo sacerdote se dirigía a la piscina de Siloé, sacaba agua y luego, mientras el pueblo cantaba y exultaba, la derramaba fuera de los muros de la ciudad para indicar que de Jerusalén iba a fluir una gran bendición para todos”.
Francisco dijo que comprendemos lo que quiere decirnos el Evangelio de Juan con esa escena en que Jesús, poniéndose de pie, exclamó: “El que tenga sed, venga a mí, porque de su seno brotarán manantiales de agua viva. Y el evangelista explica: Él se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él. Porque el Espíritu no había sido dado todavía, ya que Jesús aún no había sido glorificado”.
TODO BROTA DE LA GRACIA
También recordó que se hace referencia a la hora en que Jesús muere en la cruz. Y dijo que “en ese momento, ya no es del templo de piedras, sino del costado abierto de Cristo que saldrá el agua de la vida nueva, el agua vivificante del Espíritu Santo, destinada a regenerar a toda la humanidad liberándola del pecado y de la muerte”.
“La Iglesia nace del costado abierto de Cristo, de un baño de regeneración en el Espíritu Santo. No somos cristianos por nuestros méritos o sólo porque nos adherimos a un credo, sino porque en el Bautismo nos fue donada el agua viva del Espíritu, que nos hace hijos amados de Dios y hermanos entre nosotros, convirtiéndonos en criaturas nuevas”, subrayó el sucesor de Pedro, y destacó que del Espíritu Santo vienen tres grandes dones: “alegría, unidad y profecía”.
Comments