El Papa junto a líderes de otras religiones participaron del "Encuentro de oración por la paz". "Que el grito de paz no sea silenciado por el odio que crece mientras luchan", manifestó.
El Papa medita durante el encuentro de oración.
Representantes de distintas religiones del mundo se dieron cita el martes 25 de octubre en el Coliseo romano para participar junto al Papa Francisco del “Encuentro de oración por la paz”, promovido por la comunidad de San Egidio.
El Santo Padre en su discurso hizo especial hincapié en muchas regiones del planeta que están sufriendo una brutal violencia de la que son rehenes ancianos y niños, y destacó que Europa, a raíz de la guerra de Ucrania, revivió los oscuros episodios de las dos guerras mundiales.
“Este año nuestra oración se convirtió en grito, porque hoy la paz está gravemente violada, herida, pisoteada”, subrayó el Pontífice, y pidió que “el grito de paz no sea silenciado por el odio que crece mientras luchan entre sí”.
En este sentido, aseguró que la invocación de la paz no puede ser reprimida, ya que “surge del corazón de las madres, está escrita en rostros de refugiados, familias que huyen, heridos o moribundos. Y este grito silencioso sube hasta el Cielo. No conoce fórmulas mágicas para salir de los conflictos, pero tiene el sacrosanto derecho de pedir paz en nombre de los sufrimientos soportados, y merece ser escuchada”.
LA PAZ, UN REGALO DE DIOS
El Obispo de Roma argumentó que cada conflicto bélico deja un mundo peor que el que se encontró, calificándolo de “fracaso de la política y la humanidad”, siendo esta una lección que, a su juicio, debe extraer el hombre del siglo XX y este inicio del XXI: “Está ocurriendo lo que temíamos y nunca quisimos escuchar: la amenaza de las armas atómicas”.
“Hoy la paz está gravemente violada, herida, pisoteada.”
Frente a este oscuro escenario, el sucesor de Pedro recordó que el plan de Dios es "el proyecto de paz y no de infortunio”, donde se funda la esperanza de los pobres: “La paz es su regalo y lo invocamos de Él. Pero este don debe ser acogido y cultivado por nosotros, hombres y mujeres, especialmente de nosotros los creyentes. No nos dejemos contagiar por la lógica perversa de la guerra. No caigamos en la trampa del odio al enemigo. Pongamos la paz en el centro, como objetivo central de nuestra acción personal, social y política a todos los niveles”.
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