En la primera audiencia general del año el Papa concluyó su ciclo de catequesis sobre el discernimiento, en la que abordó el acompañamiento espiritual.
El Pontífice recordó, durante la audiencia pública de hoy, la figura de Benedicto XVI, fallecido el sábado 31 de diciembre, como “un gran maestro de catequesis”.
El Papa subrayó el “pensamiento agudo y educado” que no era “autorreferencial, sino eclesial, porque siempre quiso acompañarnos al encuentro con Jesús”.
ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL
Francisco concluyó este miércoles el ciclo de catequesis dedicado al tema del discernimiento, y lo hizo completando “el discurso sobre las ayudas que pueden y deben sostenerlo”.
“Uno de ellos es el acompañamiento espiritual, importante en primer lugar para el conocimiento de uno mismo”, aseguró el Santo Padre y señaló que lo importante es, en primer lugar, “darnos a conocer”, sin tener miedo “a compartir los aspectos más frágiles, en los que nos descubrimos más sensibles, débiles o temerosos de ser juzgados”.
“El discernimiento es un don de Dios, que hay que pedir siempre, sin presumir nunca de experto y autosuficiente.”
“La fragilidad es nuestra verdadera riqueza, que debemos aprender a respetar y acoger, porque, ofrecida a Dios, nos hace capaces de ternura, de misericordia, de amor. Nos hace humanos”, subrayó el vicario de Cristo.
Además, destacó que quien acompaña en el discernimiento “no sustituye al Señor, no hace el trabajo en lugar del acompañado, sino que camina a su lado, le anima a leer lo que se mueve en su corazón, el lugar por excelencia donde habla el Señor”.
“El acompañamiento puede ser fructífero si, por ambas partes, hemos experimentado la filiación y la fraternidad espiritual. Descubrimos que somos hijos de Dios cuando descubrimos que somos hermanos, hijos del mismo Padre. Por eso, es indispensable formar parte de una comunidad itinerante. No se acude solo al Señor”, indicó.
Catequesis del Papa Francisco.
Por último, el Santo Padre observó cómo el discernimiento “es un arte que se puede aprender y que tiene sus propias reglas. Si se aprende bien, permite vivir la experiencia espiritual de manera cada vez más bella y ordenada. Ante todo, el discernimiento es un don de Dios, que hay que pedir siempre, sin presumir nunca de experto y autosuficiente”.
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