Llanto y dolor en los entierros de los niños asesinados en la escuela primaria de Estados Unidos.
Niños despiden a sus compañeros asesinados.
Uvalde está de luto, se siente en las calles; en cada rincón de la localidad estadounidense de alrededor de 16 mil habitantes sobrevuela el dolor, la angustia, la desazón por el asesinato de 19 niños y dos adultos sucedido el 24 de mayo en una escuela primaria. Ahora el desgarro interior se palpa en las miradas, rostros de sus pobladores que observan sin aliento los coches fúnebres esperan a la salida de la iglesia Sagrado Corazón para ir camino al cementerio.
Homenaje en frente del colegio de la tragedia.
Hace 10 días el mundo conocía al pueblo texano por los aberrantes crímenes cometidos en una escuela por un joven de 18 años.
Hoy la postal son largas filas de personas en las dos funerarias que hay, para despedir, de a poco —son 12 entierros en los próximos días—, a las víctimas.
Padre Eduardo Morales. (Fotografía: Facebook Arquidiócesis de San Antonio)
“Es como un gran funeral que no termina”, aseguró en declaraciones a WFAA-TV el párroco Eduardo Morales, quien anteriormente en diálogo con el Washington Post señaló afligido: “estoy enterrando a los feligreses y eso es lo que hace difícil”. “Todos aquí conocen a alguien que fue asesinado”, indicó.
ENOJO Y DOLOR
Desde el perturbador hecho, el presbítero Morales en las homilías expresó que “está bien estar enojado” pero que esa ira “no puede convertirse en odio”. “Va a haber muchas lágrimas y mucha tristeza, pero a medida que continuamos celebrando sus vidas, se convertirán en lágrimas de alegría”, manifestó.
Misa de responso de dos víctimas de los crímenes en Texas. (Fotografía: Facebook Arquidiócesis de San Antonio)
El domingo 29 de mayo se apersonaron en Uvalde el presidente Joe Biden y su esposa Jill. Tras visitar el monumento frente a la escuela primeria de Robb, lugar de los atentados, el matrimonio acudió a la celebración de algunos de los funerales de las víctimas.
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