Una de las bebidas espirituosas más conocidas del mundo tiene un varietal, Merlot, que combina el placer con los monjes benedictinos.
El Merlot es un varietal tinto que se ganó el corazón de los amantes del vino en todo el mundo. Se caracteriza por ser suave, frutal y fácil de beber, lo que lo convierte en una excelente opción tanto para los paladares expertos como para los principiantes. Además, tiene una historia fascinante y una relación interesante con el cristianismo y el catolicismo.
ORÍGENES
La historia del Merlot se remonta a la región de Burdeos en Francia, donde se cultivó por primera vez en el siglo XVIII.
El nombre proviene de la palabra francesa merle, que significa mirlo, una referencia a las aves que se sienten atraídas por los dulces racimos de uvas.
Viñedo de la región francesa de Burdeos.
SOLO O ACOMPAÑADO
Esta bebida espirituosa suave y afrutado se puede disfrutar sola o como acompañamiento de una variedad de platos.
Es particularmente bueno con carnes rojas, como la vacuna o el cordero, así como con platos de pasta con salsa roja. También puede ser una excelente opción para quesos maduros y ahumados, y se combina bien con postres de frutas.
EXCELENCIA EN AMÉRICA LATINA
En Argentina existen numerosas bodegas que producen Merlot de alta calidad. Entre las recomendaciones de marcas se encuentran Finca Las Moras, que ofrecen uno suave y afrutado, con notas de ciruela y frutas rojas.
La bodega Familia Schroeder también produce un ese varietal de gran calidad, con notas de frutas negras y especias.
TEMPERATURA IDEAL
Es importante que se sirva el Merlot a la temperatura adecuada, que suele ser de 16 a 18 grados. Además, se recomienda decantar el vino antes de servirlo para mejorar su sabor y aroma. Siempre es una buena idea experimentar con diferentes marcas para encontrar el Merlot perfecto para su paladar.
VINO Y FE
La conexión del Merlot con la religión católica se remonta a la Edad Media, cuando los monjes benedictinos comenzaron a cultivar esta uva en la región de Burdeos, en Francia. Los monjes se encargaban de la elaboración del vino para la celebración de la Eucaristía.
El vino era considerado un regalo de Dios y se consideraba una forma de alabar al Creador y honrar su presencia en la Eucaristía. Los monjes también creían en los beneficios del vino para la salud y la medicina, y lo utilizaban para tratar diversas enfermedades.
El Merlot se convirtió en una de las uvas más populares para la producción de vino en los monasterios debido a su facilidad de cultivo y su capacidad para crecer en una variedad de terrenos
Uno de los monjes más famosos relacionados con el Merlot es Dom Pierre Perignon, quien trabajó como encargado de la bodega en la Abadía de Hautvillers en Champagne, Francia, en el siglo XVII.
El religioso perfeccionó la técnica de mezclar vinos de diferentes viñedos para crear un sabor consistente y mejorado. También fue uno de los primeros en utilizar botellas de vidrio más gruesas para almacenar el vino, lo que ayudó a prevenir la oxidación; además de crear y darle nombre a uno de los espumosos más famosos del mundo.
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