top of page

El Santo que Perdonó a su Asesino

  • Foto del escritor: Canal Vida
    Canal Vida
  • 10 abr
  • 3 Min. de lectura
La historia estremecedora de san Bademus, el mártir que murió perdonando a su verdugo… otro cristiano.
 
Martirio
San Bademus se entregó a su verdugo, un cristiano que perdonó mientras lo asesinaba.

Corría el siglo IV. El cristianismo aún era perseguido en vastas regiones del mundo. En Persia, el rey Sapor II desataba una ola de violencia contra todo lo que oliera a cruz, Evangelio o fidelidad a Cristo.


En este contexto nació Bademus (o Bademeo), un hombre de oración, cultura y caridad. No era un guerrero. No era un revolucionario. Era un abad cristiano, fundador de un monasterio cerca de Betlapeta. Pero su fe lo convirtió en objetivo del poder.


Cuando Sapor II lanzó su persecución, Bademus fue arrestado. Lo acusaron de propagar el cristianismo. Su castigo: prisión, tortura y humillación diaria. Pero lo que vino después fue mucho peor.

 
Pedro Kriskovich
 
LA CÁRCEL DEL INFIERNO

Durante meses, Bademus fue encerrado en una celda oscura y húmeda, junto a varios discípulos. Cada día era flagelado. Cada noche, atormentado. Le ofrecían libertad si renunciaba a Cristo. Él respondía con oración.


Hasta que un día, la celda recibió a un nuevo prisionero. Su nombre era Nersan, un noble cristiano muy conocido en la región.


Pero Nersan no llegaba como mártir. Había sido capturado por Sapor, y —en lugar de resistir— había apostatado. Había negado a Cristo públicamente… para salvar su vida. Aun así, el rey no confiaba en él. Quería más que palabras: quería que se ensuciara las manos.


Santo
El nuevo compañero de celda debía matar al santo.
LA PRUEBA MÁS CRUEL

Sapor II le propuso a Nersan lo impensado:

“Si de verdad abandonaste esa religión débil, entonces mátame a uno de sus líderes. No con palabras. Con tu propia espada. Ante todos.”

El elegido para el sacrificio era Bademus. El abad. El prisionero que rezaba por sus captores. El hombre de paz.


Nersan, desesperado, aceptó. Quizás creyó que no tenía salida. Quizás pensó que podría “cumplir” sin culparse. Pero no estaba preparado para lo que iba a enfrentar.

 
GIN
 
EL DÍA DE LA EJECUCIÓN

Bademus fue sacado de su celda. Lo esposaron. Lo arrojaron al suelo. Nersan recibió una espada.


La multitud miraba. El rey esperaba. Y el mártir alzaba los ojos al cielo, sereno.

Nersan se acercó. Temblaba. Sus manos no podían sostener la espada. Sus labios murmuraban llanto.

Bademus lo miró a los ojos y le dijo:

“Haz lo que tengas que hacer. No te odio. Rezo por vos.”

El verdugo lloraba. El santo lo bendecía.


Santo

UNA MUERTE LENTA Y TERRIBLE

Nersan intentó asestar un golpe. Falló. La espada rozó el cuerpo del abad. Otro golpe. Apenas una herida. Fueron siete intentos en total.


La multitud se impacientaba. El rey se burlaba. Y Bademus seguía perdonando, sin un grito, sin rencor.


Finalmente, la espada entró en su cuello. Cayó al suelo, bañado en sangre, con una expresión de paz. Así murió el santo que fue asesinado por otro cristiano.

 
Casa Betania
 
LA CONDENA DEL TRAIDOR

¿Y Nersan? ¿Ganó la confianza del rey? ¿Consiguió su libertad? No. La culpa lo destruyó. No podía dormir. No podía comer. Vagaba como un condenado. Algunos dicen que se volvió loco. Otros, que intentó pedir perdón a los cristianos. Pero ya era tarde.


Sapor II, despreciando su debilidad, mandó ejecutarlo poco después. Nersan murió solo. Sin cruz. Sin gloria.



EL PERDÓN QUE SACUDIÓ AL MUNDO

La historia de san Bademus no es solo un martirio. Es un espejo que nos enfrenta con nuestras debilidades:

  • ¿Qué haríamos si nos pusieran una espada en la mano?

  • ¿Qué haríamos si nos dieran a elegir entre la cruz y el miedo?

  • ¿Perdonaríamos a quien nos traiciona?

  • ¿Amaríamos en medio de la humillación?

Bademus eligió la cruz. Y perdonó con ella clavada en la espalda.

 
Mariano Mercado
 
UNA HISTORIA QUE DEBE SER CONTADA

Durante siglos, su historia fue contada en susurros por los monjes perseguidos. Hoy, en tiempos donde la fe se relativiza y el perdón parece una rareza, su ejemplo grita desde el pasado.


No murió a manos de paganos. Murió por culpa de un hermano en la fe. Y lo perdonó mientras sangraba.


Eso no es debilidad. Eso es la fuerza del Evangelio.



EPÍLOGO: UNA LECCIÓN ETERNA

San Bademus no predicó grandes sermones. No fundó reinos ni construyó catedrales. Solo ofreció su cuello a la espada……y el perdón a quien la empuñaba.

Comentarios


bottom of page