El Santo Que Anunció el Fin
- Canal Vida
- hace 6 días
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Viajaba a pie, predicaba que el mundo se acababa, y decían que hablaba en lenguas. San Vicente Ferrer fue un profeta del Apocalipsis, un taumaturgo imparable y uno de los hombres más temidos y venerados de la Edad Media. Hoy es santo, pero su vida parece una mezcla de película bíblica, thriller político y milagro continuo.

San Vicente Ferrer nació en Valencia, España, en 1350. Desde muy joven ingresó en la Orden de los Dominicos y demostró tener una inteligencia descomunal, una capacidad oratoria única y un fervor inquebrantable. Pero lo que lo haría famoso en toda Europa no era su sabiduría… sino sus visiones apocalípticas.
Según sus propios escritos, Dios le reveló que debía prepararse para anunciar el fin de los tiempos. A partir de entonces, comenzó una vida de predicación itinerante por España, Francia, Italia y otros reinos, alertando a los pueblos del Juicio Final. Convirtió a miles. Sus sermones eran multitudinarios y estremecedores.
Dicen que cuando san Vicente Ferrer llegaba a una ciudad, los burdeles cerraban, los ladrones devolvían lo robado y las iglesias se llenaban.
No era un apocaliptismo simbólico. Vicente anunciaba que el mundo estaba por terminar literalmente, y pedía penitencia inmediata. Multitudes lloraban, se azotaban, se confesaban y cambiaban radicalmente de vida. Muchos historiadores lo llaman "el predicador más impactante de la cristiandad medieval".

El ángel del Apocalipsis
Lo más llamativo es que él mismo se consideraba el "Ángel del Juicio Final". En sus prédicas, citaba el Apocalipsis y se aplicaba a sí mismo el pasaje de Apocalipsis 14:6:
"Vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, con un evangelio eterno para predicar..."
Su sola figura era imponente. Delgado, ascético, con ojos penetrantes. Vestía siempre de blanco, y su voz —dicen las crónicas— tenía un poder sobrenatural. Donde hablaba Vicente, el mundo se detenía.

Milagros que desafiaban la razón
Se le atribuyen más de 800 milagros documentados: curaciones de enfermos, conversiones masivas, expulsiones de demonios y hasta resurrecciones.
Uno de los casos más conocidos ocurrió durante una predicación en Toulouse, donde —según los testigos— resucitó a un niño muerto, solo para que confirmara lo que Vicente había dicho sobre el cielo. El niño habló… y murió otra vez.
Además, tenía el don de lenguas: predicaba latín, pero cada quien lo entendía en su propia lengua. En una época sin micrófonos ni traductores, era un milagro vivo.

El santo del cisma y del poder
San Vicente no solo fue un profeta: también fue un hombre clave en uno de los momentos más oscuros de la Iglesia: el Cisma de Occidente.
Durante décadas, hubo dos papas rivales: uno en Roma y otro en Aviñón. Vicente apoyó al antipapa Benedicto XIII, también conocido como el Papa Luna. Fue su consejero espiritual, su apoyo político y su diplomático personal.
Pero con el tiempo, Vicente rompió con Benedicto XIII, al ver que no renunciaba por la unidad de la Iglesia. En uno de los actos más valientes de su vida, le retiró públicamente su obediencia, marcando un hito en la reunificación eclesial.

Venerado en América… y más allá
Aunque su figura es más fuerte en Europa, san Vicente Ferrer también es venerado en América Latina, especialmente en países de fuerte tradición hispánica como:
México: tiene parroquias en Puebla, CDMX y Veracruz. Es patrono de pueblos rurales y comunidades indígenas.
Perú: fiestas patronales en Ayacucho y Cajamarca.
Colombia: muy venerado en Antioquia y Santander, donde es invocado contra enfermedades y tormentas.
Filipinas: en Asia, es uno de los santos más venerados, con procesiones masivas.
Su fiesta es el 5 de abril, y en muchas partes se celebra con misas, procesiones y predicaciones intensas. Aún hoy, es invocado como protector en catástrofes naturales y pestes.

¡La Estatua del Juicio!
En Bayambang, Filipinas, se alza una figura colosal que parece surgir del cielo: la estatua de San Vicente Ferrer, el predicador del Apocalipsis. Con más de 50 metros de altura (¡el equivalente a un edificio de 16 pisos!), esta imagen fue construida con más de 600 toneladas de acero y 22.626 paneles de bambú para resistir hasta tifones.

Fue inaugurada el 5 de abril de 2019, exactamente 600 años después de la muerte del santo y en el marco del 400 aniversario de la parroquia local que lleva su nombre. Ese mismo día, Guinness World Records la declaró la estatua de bambú más alta del planeta.

La estructura monumental fue idea de una pareja de devotos y se construyó en solo 10 meses con el trabajo de 608 hombres y una mujer. El diseño 3D sin curvas, hecho con 5.000 polígonos, representa al santo con rostro de fuego y mirada de juicio. No es solo arte: es un grito de fe hecho cemento y bambú.

¿Un santo peligroso para hoy?
¿Podría existir hoy alguien como san Vicente Ferrer? ¿Aceptaríamos a un hombre que anuncie el fin del mundo, se diga ángel del Apocalipsis y provoque conversiones en masa?
Probablemente no. El mundo moderno lo descartaría como fanático. Pero en su tiempo, fue una llama que purificaba y arrasaba. Era amado y temido. Dicen que cuando llegaba a una ciudad, los burdeles cerraban, los ladrones devolvían lo robado y las iglesias se llenaban.
Era fuego vivo. Y su mensaje sigue siendo actual: la vida pasa, la eternidad se acerca, y la salvación no se puede postergar.

El legado que no se apagó
San Vicente murió en Francia en 1419, agotado por años de viajes y prédicas. Fue canonizado en 1455. Su cuerpo incorrupto fue venerado durante siglos. Hoy, su figura renace en movimientos de evangelización callejera y predicación abierta.
Es patrón de predicadores, constructores y reconciliadores. Pero sobre todo, es el santo que nos grita lo que no queremos oír: que el tiempo se acaba, y hay que volver a Dios.
En un mundo que perdió el sentido del pecado y del juicio, su voz vuelve a ser necesaria.
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