El Regreso del Pastor Herido
- Canal Vida
- hace 2 días
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Sólo el amor logra lo imposible: contra todo pronóstico, Francisco reapareció en la plaza San Pedro al final de la Misa del Jubileo de los Enfermos. Su saludo emocionado, su presencia silenciosa en silla de ruedas y una homilía que golpeó corazones lo convirtieron en protagonista absoluto de una jornada sagrada.

Nadie lo esperaba. Tras días de convalecencia, Francisco cruzó la Puerta Santa, rezó ante el Sagrario, recibió la Reconciliación y luego... salió. Ante 20 mil peregrinos enfermos, médicos y voluntarios, el Papa apareció en silla de ruedas y pronunció apenas un susurro que sacudió el alma: “¡Feliz domingo a todos, muchas gracias!”.
"La enfermedad puede ser un altar donde el alma se purifica y la fe se enciende." (Papa Francisco)
Con ese gesto, rompió el silencio, volvió a abrazar a su pueblo y se transformó en testimonio vivo de lo que dijo en su homilía: “La enfermedad es una escuela de amor. Dios no nos deja solos”.

Cuando la fragilidad se vuelve fuerza
En la misa, el arzobispo Rino Fisichella leyó la homilía del Santo Padre que compartió, como nunca antes, su experiencia personal: “Sentirse débil, depender de otros, dejarse amar sin pretensión ni desesperanza”. La enfermedad, dijo, puede ser un altar donde el alma se purifica y la fe se enciende.
Recordó a su antecesor Benedicto XVI, llamó a no apartar a los frágiles y proclamó que “un hospital también puede ser tierra santa”.

El encuentro inesperado con sor Francisca
Entre los milagros de la jornada, uno brilló con fuerza propia: sor Francisca Battiloro, de 94 años y 75 en clausura, rezaba en San Pedro cuando vio llegar al Papa. Las dos sillas de ruedas se encontraron. Ella le tomó la mano. “Le pedí a Dios encontrarme con él, y me lo concedió”, dijo con lágrimas.

"La enfermedad es una escuela de amor. Dios no nos deja solos." (Papa Francisco)
Francisco la miró, sonrió y bromeó: “¡¿Usted es una de las monjas de Nápoles?!”. Una escena de ternura desbordante que quedó grabada en la historia del Jubileo.

Un mensaje que atraviesa el alma
Francisco no necesitó discursos. Su sola presencia, su humildad en la silla de ruedas y su fe inquebrantable hablaron por él. Su mensaje resonó en cada corazón: “Cuando todo parece perdido, Dios comienza algo nuevo”.
El Papa reapareció, no como líder invencible, sino como hermano herido que se deja amar, acompaña y bendice. Y con ese gesto, hizo visible la esperanza.
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