El Pontífice en la homilía de la misa de Pentecostés recordó que el Paráclito nos invita a no perder nunca la confianza y la fe.
El Papa Francisco, en su homilía de la misa de Pentecostés —la ceremonia en la basílica San Pedro fue presidida por el cardenal Giovanni Battista Re— recordó que el Espíritu Santo, el Consolador, es espíritu de sanación y de resurrección, y puede transformar las heridas que queman dentro.
El Espíritu —dijo el Santo Padre— nos invita a no perder nunca la confianza, es concreto, no es idealista y quiere que las personas se centren en el aquí y ahora, “porque el sitio donde estamos y el tiempo en que vivimos son los lugares de la gracia”.
“El Espíritu Santo nos invita a no perder nunca la confianza, la fe, y a volver a empezar siempre”
El Papa pidió que "entremos en la escuela del Espíritu Santo, para que nos enseñe todo. Invoquémoslo cada día, para que nos recuerde que debemos partir siempre de la mirada de Dios sobre nosotros, tomar decisiones escuchando su voz, y caminar juntos, como Iglesia, dóciles a Él y abiertos al mundo".
EL ESPÍRITU SANTO DA VIDA
La amargura, el pesimismo y los pensamientos tristes que se agitan en el interior del ser humano, vienen del mal, afirmó el Santo Padre y destacó que nunca vienen del Espíritu Santo. “Vienen del mal, que se siente cómodo en la negatividad y usa a menudo esta estrategia: alimenta la impaciencia, el victimismo, hace sentir la necesidad de autocompadecernos y de reaccionar a los problemas criticando, y echando toda la culpa a los demás. Nos vuelve nerviosos, desconfiados y quejosos”, aseguró.
“En cambio, el Espíritu Santo, nos hace reaccionar, nos invita a no perder nunca la confianza, la fe, y a volver a empezar siempre”, subrayó.
EL ESPÍRITU SANTO TRANSFORMA LAS HERIDAS
El Papa recordó que ante los problemas no hay que desfallecer, debemos tener confianza, porque “es precisamente ahí que el Espíritu pide poder entrar. Porque Él, el Consolador, es espíritu de sanación y de resurrección, y puede transformar esas heridas que te queman por dentro”.
El Espíritu Santo enseña a no suprimir los recuerdos de las personas y de las situaciones que produjeron el mal, sino a dejarlos habitar por su presencia: “así hizo con los Apóstoles y con sus fallas. Habían abandonado a Jesús antes de la Pasión, Pedro lo había negado, Pablo había perseguido a los cristianos. El Espíritu sana los recuerdos, dándole importancia a lo que cuenta, es decir, el recuerdo del amor de Dios y su mirada sobre nosotros”, indicó.
ABRIR EL CORAZÓN A LOS DEMÁS
El Espíritu Santo invita a olvidarnos de nosotros mismos y abrirnos al resto, manifestó el Santo Padre, dado que “nos libera de obsesionarnos con las urgencias, y nos invita a recorrer caminos antiguos y siempre nuevos, los del testimonio, la pobreza y la misión, para liberarnos de nosotros mismos y enviarnos al mundo".
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