Francisco ofició una Santa Misa de reconciliación en Québec, en la que indicó que solo el Señor rescata al ser humano del dolor y le da esperanza para continuar.
El camino de sanación que emprendió Francisco en tierras canadienses, donde la palabra “perdón” se ubicó en el primer lugar del vocabulario de estos últimos días y retumbó en todo el país, se profundizó en Québec con la Santa Misa de reconciliación que ofició hoy en la basílica Santa Ana de Beaupré. Allí expresó, ante cientos de feligreses, que muchas veces la tentación de huir de los problemas está latente, pero no es la solución, ante el daño se debe pedir perdón para volver a empezar.
El Papa, en el templo a orillas del río San Lorenzo que anualmente recibe alrededor de un millón de fieles, indicó que “en el curso de la vida enfrentamos también nuestras fragilidades y debilidades, experimentamos derrotas y desilusiones, y tantas veces nos paraliza”, pero justo en ese momento de dolor, de desesperanza “no estamos solos, el Señor sale a nuestro encuentro, se pone a nuestro lado, recorre nuestro mismo camino con la discreción de un transeúnte amable que nos quiere abrir los ojos y hacer arder nuestro corazón”.
“En el Señor la vida vuelve a nacer a la esperanza y podemos reconciliarnos, con nosotros mismos, con los hermanos, con Dios”, subrayó.
CAMINO A LA ESPERANZA
El sucesor de Pedro, abordando el Evangelio (Lc. 24, 17), explicó que dos discípulos volvían tristes porque habían puestos sus esperanzas en Jesús que fue crucificado. Regresaban como queriendo olvidar aquella experiencia, llenos de amargura en el corazón, entiendo que habían fracaso.
El Papa se detuvo en la tentación de la huida, que está presente en los dos discípulos del Evangelio: “no hay nada peor, ante los reveses de la vida, que huir para no afrontarlos, es una tentación del enemigo, nos quiere hacer creer que la derrota es definitiva, quiere paralizarnos con la amargura y la tristeza, convencernos de que no hay nada que hacer y que por tanto no merece la pena encontrar un camino para volver a empezar”.
Francisco comentó que Jesucristo abre los ojos de los discípulos de Emaús para ver las cosas con una mirada nueva: "Jesús parte el pan, abriéndoles los ojos y mostrándose una vez más como Dios de amor que ofrece la vida por sus amigos; de este modo los ayuda a retomar el camino con alegría, a recomenzar, a pasar del fracaso a la esperanza".
(Fotografías: Vatican Media)
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