El Papa Francisco en su reflexión del Evangelio antes del Ángelus dominical aseguró que "la palabra de Jesús es una enseñanza que toca y plasma la vida, la cambia, la libera de las opacidades del mal".
Marta se queja porque realiza los quehaceres domésticos mientras que su hermana María está sentada escuchando al Señor. Con esta escena del Evangelio de hoy (Lc. 10, 38-42) el Papa Francisco inició su reflexión antes del rezo del Ángelus en una plaza San Pedro colmada de fieles.
“La palabra de Jesús cambia la vida, la libera de las opacidades del mal, satisface e infunde una alegría que no pasa. Por eso María le da el primer lugar: se detiene y escucha.”
“La queja de Marta no parece fuera de lugar; por el contrario, sentimos que tenemos que darle la razón”, indicó el Pontífice, al tiempo que destacó que Jesús le cambia la manera de pensar, le da otra óptica a la situación al decirle que su hermana eligió la mejor parte que es estar junto a Él, mientras que ella sigue preocupada por la vorágine diaria.
“La ‘filosofía’ de Marta —explicó el Santo Padre— pone primero el deber, después el placer. La hospitalidad, de hecho, no está hecha de bonitas palabras, sino que exige poner la mano en los fogones, ocuparse de todo lo necesario para que el huésped se sienta bien acogido. Esto, Jesús lo sabe muy bien. Y de hecho reconoce el esfuerzo de Marta”, pero Cristo le quiere hacer entender a Marta que hay un orden de prioridades, diferente al que hasta ahora había seguido. “María intuyó que hay una ‘parte buena’ a la que hay que dar el primer lugar”, indicó el Papa, la cual es la Palabra del Señor.
DARSE A LOS DEMÁS
Marta comprendió que Jesús “no es un huésped como los demás”, aunque a primera vista parezca que vino a recibir, porque necesita comida y alojamiento. En realidad, explica el Obispo de Roma, “el Maestro vino para donarse a sí mismo mediante su palabra”.
“La palabra de Jesús no es abstracta, es una enseñanza que toca y plasma la vida, la cambia, la libera de las opacidades del mal, satisface e infunde una alegría que no pasa: es la parte buena. Por eso María le da el primer lugar: se detiene y escucha. El resto vendrá después”, subrayó.
Asimismo, señaló que “esto no quita nada al valor del empeño práctico que debe brotar de la escucha de la palabra de Jesús, debe estar animado por su Espíritu, de lo contrario, se reduce a fatigarse y agitarse por muchas cosas, a un activismo estéril”.
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