El Papa, en su catequesis sobre el discernimiento, indicó que hay que mirar a la propia interioridad e interrogarse sobre los pensamientos, incluso los negativos "que intoxican la existencia" para distinguir entre el bien y el mal.
“Nuestra vida es el ‘libro más preciado’”, afirmó el Papa Francisco esta mañana prosiguiendo con la catequesis sobre el discernimiento, e indicó que lamentablemente “muchos no leen o lo hacen demasiado tarde, antes de morir”. “Es en ese mismo libro donde se encuentra lo que se busca inútilmente por otras vías”, destacó ante una multitud congregada en la plaza San Pedro.
“El bien está oculto, silencioso, requiere una excavación lenta y continua.”
DIOS EN NUESTRO INTERIOR
En muchas oportunidades se busca saciar el deseo en cuestiones exteriores, materiales, inverosímiles, cuando termina siendo una búsqueda estéril ya que la Verdad se encuentra en el interior.
En ese sentido san Agustín, a quien el Pontífice calificó como “gran buscador de la verdad”, vivió la experiencia interior de la presencia del Señor en su vida, hasta el punto de escribir en Confesiones: “Tú estabas dentro de mí, y yo fuera. Y ahí te buscaba. Deforme, me lanzaba sobre las bellas formas de tus criaturas. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”.
“Sabiamente se dijo que el hombre que no conoce su propio pasado está condenado a repetirlo".
Mientras que en el libro De la vera religión el santo de Hipona destacó: "Vuelve a ti mismo. En el hombre interior habita la verdad".
En esa línea el sucesor de Pedro subrayó: "Lee tu vida. Lee en tu interior, cómo fue tu camino. Con serenidad. Vuelve a entrar ti mismo".
“Leer la propia historia significa reconocer la presencia de elementos ‘tóxicos’, pero luego ampliar la trama de nuestra historia, aprender a notar otras cosas, hacerla más rica, más respetuosa de la complejidad, logrando también captar las formas discretas en que Dios actúa en nuestra vida”, señaló.
DESCUBRIR LAS PERLAS PRECIOSAS DISEMINADAS POR DIOS
El Papa explicó que el ejercicio del discernimiento propone preguntas que nos llevan a reflexionar profundamente sobre nuestras acciones, sin detenernos en cada una de ellas, sino leyéndolas en un contexto más amplio. “Observar los acontecimientos de la vida nos permite fijarnos en detalles preciosos”, expresó.
Por ejemplo, una lectura, un servicio, una reunión, a primera vista consideradas cosas de poca importancia, en el tiempo que sigue transmiten una paz interior, transmiten la alegría de vivir y sugieren otras buenas iniciativas. Detenerse y reconocerlo es indispensable.
"Lee tu vida. Lee en tu interior, cómo fue tu camino. Con serenidad. Vuelve a entrar ti mismo."
Detenerse es reconocer: es importante para el discernimiento, es un trabajo de recolección de esas perlas preciosas y ocultas “que el Señor diseminó en nuestro terreno”. “El bien está oculto, silencioso, requiere una excavación lenta y continua. Porque el estilo de Dios es discreto: a Dios le gusta ir escondido, con discreción, no se impone, es como el aire que respiramos, no lo vemos pero nos hace vivir, y sólo nos damos cuenta cuando sentimos su falta”, manifestó.
LA BÚSQUEDA DE SAN IGNACIO DE LOYOLA
Releer la propia vida "educa la mirada” hace que el ser humano vea los "pequeños milagros" que Dios realiza y muestra nuevos caminos, “porque sabiamente se dijo que el hombre que no conoce su propio pasado está condenado a repetirlo".
De ahí que el Papa invitó a todos a contar su vida a otra persona: "se trata de una de las formas más bellas e íntimas de comunicación".
“Dios es discreto: le gusta ir escondido, con discreción, no se impone, es como el aire que respiramos, no lo vemos pero nos hace vivir, y sólo nos damos cuenta cuando sentimos su falta.”
San Ignacio de Loyola escribió que descubrió que "algunos pensamientos lo dejaban triste, otros alegre" y que poco a poco había empezado a "conocer la diversidad de los espíritus que se agitaban en su interior". "Así que nosotros también podemos aprender a hacerlo", dijo el Obispo de Roma.
“Algunos piensan que hacer este examen de conciencia es hacer un recuento de los pecados que has cometido, no, es preguntarse: ¿Tuve alegría? ¿Qué es lo que me traído alegría? ¿Me quedé triste? ¿Qué me trajo la tristeza? Y así aprender a discernir lo que sucede en nuestro interior”, expresó.
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